Opinión: Huellas de Aníbal Martínez Zuleta para la posteridad

Por Ana Patricia González 

Huellas de Aníbal Martínez Zuleta. Dos años han pasado desde el día en que terminó su periplo vital El Guardián del Río Guatapurí, El Negro Grande del Cañaguate, el vallenato Aníbal Martínez Zuleta, un dirigente cívico y político que dedicó su vida a promover valores y costumbres que identifican la vallenatía.  

Formó parte de una generación de líderes que poco a poco se han ido despidiendo, cuyo principal legado a sus coterráneos fue haber dado vida a un departamento que está próximo a cumplir el medio siglo. Los cesarenses quedaron para siempre en deuda con Martínez Zuleta, con Crispín Villazón de Armas, con José Antonio Murgas y los otros contemporáneos que «se dieron la pela» hasta lograr que lo que antes era un trozo de tierra dependiente del Magdalena , pasara a ser un departamento responsable de sus propios procesos administrativos, lo que aceleró visible e indiscutiblemente su desarrollo. 

La de Aníbal fue una vida determinada por el servicio; en cada cargo que desempeñó se ocupó de impulsar el desarrollo de su amada Valledupar y de abrirle a sus paisanos cesarenses posibilidades de formación académica y crecimiento intelectual y personal, lo que le hizo ganador de afectos que eternizan su paso por la tierra. 

El cuidado y defensa del maltratado medio ambiente fue una de sus ocupaciones constantes. Fueron cientos sus pronunciamientos alertando los daños causados por deforestación en las cuencas media y alta del Río Guatapurí y de otras 35 corrientes de agua que nacen en la Sierra Nevada de Santa Marta y surcan a La Guajira, Cesar y Magdalena; denunció los crímenes ecológicos cometidos contra el emblemático Río Cesar elegido para dar nombre a este departamento, y cuestionó las graves afectaciones provocadas tanto en el ambiente como en la salud humana por las explotaciones de carbón a cielo abierto, advirtiendo siempre la necesidad de establecer esquemas de compensación para las comunidades afectadas. 

Fue Contralor  General de la República, presidente del panel de auditores de Naciones Unidas, miembro del Instituto Latinoamericano de Ciencias Fiscales ILACIF, juez de la República, concejal, diputado, Representante a la Cámara y Alcalde de Valledupar con excelentes resultados en uno de los periodos en que Valledupar más creció, y de manera organizada; durante su gobierno la ciudad no registró invasiones, el espacio público se mantuvo libre para la circulación de los ciudadanos gracias, en buena parte, a la organización del comercio en la Galería Popular; construyó las avenidas al Río en cuyas aguas se bañaba diariamente; edificó escuelas y hospitales urbanos y rurales, entre ellos el del barrio San Martín que hoy es eje de la red pública hospitalaria del municipio. 

Su amplia experiencia profesional, los muchos años de servicio público y su constante inquietud intelectual que le convirtió en un lector insaciable, le permitieron convertirse en una especie de faro, una voz siempre lista para el consejo al que siempre consultaban sus contemporáneos y personas más jóvenes interesadas en temas de ciudad y de gobierno, entre ellos, los periodistas que encontraban un referente en sus atinadas y profundas opiniones acerca de la política, la administración pública la realidad local, nacional e internacional. 

Por estas y más razones, el nombre de Martínez Zuleta quedó escrito para la posteridad.  El exgobernador Luis Alberto Monsalvo honró su memoria bautizando con su nombre el nuevo Archivo Departamental, una bella edificación construida durante su gobierno, una de varias con las cuales transformó el paisaje de Valledupar. Fue acertada su elección, pues ese es el lugar donde ahora se conserva la memoria documental del departamento, una de las principales ocupaciones del exalcalde que perteneció a la Academia de Historia del Cesar y dedicó  varios de sus libros a plasmar para el futuro hechos y personajes que representaron la vida cotidiana de Valledupar desde su fundación hasta los días recientes.

Quienes deseen conocer más de su pensamiento pueden explorarlo en sus libros, uno de ellos, «Escolios y Croniquillas del País Vallenato» contiene el recuento del paso a paso de la historia oficial de Valledupar desde su fundación, complementado con escritos sobre hechos, personajes y cosas muy cotidianas de su entorno a las que Aníbal Martínez siempre dio valor especial. Especialmente le escribió a los amigos, porque de la amistad fue un ferviente cultor. 

En «Monólogos y diálogos virtuales ecológicos» el Guardián del Río Guatapurí encontró una grata forma de contar la historia más reciente, mezclada con su mensaje a favor de nuestros elementos naturales. El mítico palo de mango de la plaza Alfonso López, el mismo Río Guatapurí, el árbol de acacia que encontraba camino a Camperucho, se convirtieron de manera virtual en sus interlocutores para contar episodios que su asombrosa memoria mantenía intactos. 

Su última lucha, la búsqueda incesante de convertir en región administrativa a los departamentos del Cesar, La Guajira y Magdalena, quedó consignada en “Región Septentrional, eje Carbonífero de Colombia”, que expone al detalle, con argumentos jurídicos, geográficos y culturales,  las razones por las que estos tres departamentos deberían integrarse a la hora exigir ante el centralista gobierno colombiano los derechos de una región que tiene todo para lograr altos niveles de desarrollo. Fue una lucha que no alcanzó lo esperado por Martínez Zuleta, pues su tesis  encontraba una barrera en los intereses de las oscuras fuerzas de derecha,  que entonces intentaban ‘refundar la patria’.

En la Voz del Cañaguate siempre estará presente su escuela, pues no solo fundó esta emisora sino que insertó en ella principios sagrados para el ejercicio del periodismo, que siguen vigentes. La defensa del ambiente, los valores ciudadanos, las buenas costumbres, el  respeto por las diferencias, son líneas de comportamiento que están sembradas en esta casa radial que hoy, cumplidos dos años de ausencia del maestro, mantiene vivo su legado, y lo mantendrá más allá del paso del tiempo, gracias a su esposa, sus hijas, sus nietos que han decidido mantener viva esta empresa de comunicaciones, para que siga aportando a Valledupar, la ciudad a la que Aníbal Martínez Zuleta amó, por la que vivió y a la cual sirvió hasta el final de sus días.